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Capacitación de la Aunap transforma a los pescadores de Mompox y fortalece su organización en el río Magdalena

La entidad busca mejorar las condiciones de vida de una población relevante para la economía del país.

Pescador colombiano
Por Agencia Periodismo Investigativo | Mié, 12/11/2025 - 18:41 Créditos: Foto: Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) / Pescador colombiano luego de su faena

La mañana en Mompox comenzó como tantas otras sobre la ribera del Magdalena: lanchas que regresan con las canastas medio llenas, el olor a pescado fresco mezclado con el del café y el murmullo de los vendedores que se acomodan en las esquinas del centro histórico.

Pero para varios pescadores y comercializadores del municipio, ese día no era uno más. En el parqueadero de la Alcaldía, lejos del susurro del río pero muy cerca de sus preocupaciones, los esperaba un encuentro con la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP) que prometía cambiar la manera en que se organizan, venden y se relacionan con el Estado.

Desde temprano comenzaron a llegar en motos, en triciclos y a pie. En las sillas plásticas se acomodaron 41 personas: 32 mujeres y nueve hombres, casi todos con historias marcadas por madrugadas en el río, jornadas en plazas de mercado y la necesidad de hacer rendir cada venta para sostener a sus familias.

La mayoría de ellas son mujeres cabeza de hogar, acostumbradas a negociar precios bajo el sol y a cargar sobre los hombros no solo las canastas de pescado, sino la economía de sus casas.

En el fondo del salón improvisado se instaló el equipo de la Regional Magangué de la Aunap, encabezado por el director regional Roberto Jesús Camargo Payares.

Foto: Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP) / Director Regional Magangué, Roberto Camargo, lidera encuentro con mujeres cabeza de familia dedicadas a la comercialización pesquera en Mompox.

 

A su lado, el director de la Umata de Mompox, Neiver Ramos, hacía de puente entre la institucionalidad y los asistentes, muchos de los cuales apenas comienzan a familiarizarse con términos como “formalización”, “asociatividad” o “oferta institucional”.

Una oferta formalizada por William Tepud desde la dirección general de la Aunap que busca garantizar espacios de transformación para el sector pesquero y acuícola del país.

“Se trata de construir juntos un futuro más competitivo y sostenible, para impulsar acciones que protejan y ordenen los recursos pesqueros y de la acuicultura, asegurando su sostenibilidad y aportando al bienestar de las regiones”, había asegurado Tepud días atrás en el el lanzamiento de los Encuentros Regionales “Agua y Territorio”.

La escena era cotidiana en apariencia —una reunión más entre funcionarios y comunidad—, pero detrás había un propósito que iba más allá de una simple charla: comenzar a traducir el lenguaje del Estado al idioma directo de quienes viven de la pesca artesanal.

El director regional tomó la palabra y puso sobre la mesa el mensaje que atravesaría toda la jornada: las mujeres del sector pesquero son un pilar de la economía local y la Aunap  quiere que dejen de ser vistas solo como vendedoras informales para convertirse en lideresas de organizaciones sólidas, con voz propia en las decisiones sobre el futuro de la pesca en la Depresión Momposina.

Les explicó que el encuentro no era una reunión aislada, sino parte de la estrategia de la entidad para fortalecer el sector pesquero artesanal, promover la formalización productiva y asegurar que el aprovechamiento del recurso sea sostenible, en línea con las directrices del Gobierno nacional.

A medida que avanzaba la jornada, el espacio dejó de ser una charla unidireccional y se convirtió en una especie de pequeña escuela de pescadores, similar a las que la Aunap ha consolidado en otras regiones del país.

En esas experiencias —como la Escuela de Pescadores impulsada desde la Regional Barranquilla— los temas van desde las buenas prácticas pesqueras y la normatividad vigente hasta la seguridad en las faenas y el fortalecimiento asociativo. 

En Mompox, el foco estuvo puesto precisamente en ese último punto: cómo agruparse, cómo constituir asociaciones y cómo hacer que esa organización les abra puertas que hoy permanecen cerradas.

Varios de los asistentes tomaron el micrófono para contar qué significa pescar y comercializar en un municipio donde la economía depende en buena parte del río, pero donde la pesca está sometida a la presión del cambio climático, la disminución de las poblaciones de peces y la competencia de otros oficios más rentables o más estables.

Foto: Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUAP) / Director general de la entidad, William Tepud, en los Encuentros Regionales", junto a productores de la región Caribe

 

 

La pesca artesanal en el Magdalena, reconocida desde 2022 como Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia, es mucho más que una actividad económica: resume conocimientos, técnicas y formas de vida que se transmiten de generación en generación.

Sin embargo, quienes la sostienen suelen ser los últimos en acceder a formación, créditos o acompañamiento técnico.

La Aunap llegó a Mompox con ese diagnóstico claro: la informalidad pesa tanto como las redes, y sin organización es casi imposible que los pescadores y comercializadores puedan aprovechar la oferta institucional.

En la reunión se explicó, con ejemplos concretos, qué significa estar formalizado, por qué es necesario contar con permisos de pesca comercial artesanal, registros como pequeños comerciantes y, sobre todo, por qué es clave constituirse como asociaciones o cooperativas sin ánimo de lucro.

Esos requisitos, que a simple vista parecen burocráticos, son la puerta de entrada a proyectos de fomento, líneas de crédito y programas de educación formal que la Aunap coordina con entidades como el Sena.

Algunas mujeres cabeza de familia preguntaron en voz alta qué ganan ellas con convertirse en asociación si, al final del día, lo que importa es vender el pescado para pagar el arriendo y la comida.

La respuesta mezcló cifras y realidades: al actuar de manera colectiva, la posibilidad de acceder a mejores precios, participar en proyectos de mejora de infraestructura —como centros de acopio o cadenas de frío— y tener presencia en escenarios de decisión aumenta de forma significativa.

No se trata solo de cambiar el nombre de “grupo de vendedoras” a “asociación”, sino de construir una estructura que les permita negociar con mayor fuerza frente a intermediarios, instituciones y programas estatales.

El equipo técnico de la Regional Magangué explicó además que la capacitación en normatividad no es un asunto decorativo.

En una región donde la pesca artesanal convive con vedas, restricciones por protección de especies y controles frente a la pesca ilegal, conocer las reglas es una forma de protección.

De acuerdo con los lineamientos de la Aunap, las regionales deben socializar de manera constante la normatividad vigente con asociaciones de pescadores, comercializadores y otros actores de la cadena, y esa tarea incluye visitas de campo, talleres y espacios como el de Mompox. 

Los asistentes también escucharon de primera mano qué tipo de programas y proyectos la Aunap puede apoyar desde la Regional Magangué: iniciativas de fomento para mejorar artes de pesca, procesos de formalización, asesoría para la presentación de proyectos productivos y acompañamiento en la organización interna.

Foto: Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP) / Pescadores en una día normal de faena


 

Se les insistió en que la entidad no puede sustituir las decisiones de la comunidad, pero sí puede actuar como facilitadora entre instituciones y pescadores, ayudándoles a traducir sus necesidades en propuestas concretas que encajen en la oferta pública disponible.

Mientras se discutía sobre actas de constitución, personerías jurídicas y beneficios de la asociatividad, el contexto mayor se colaba en las conversaciones.

La Depresión Momposina, una de las planicies inundables más importantes de Latinoamérica, vive tensiones crecientes por el cambio en los ciclos del río, las inundaciones y la reducción de peces, tal como han documentado organizaciones ambientales y medios internacionales.

En esas condiciones, la capacitación no se limita a aprender sobre leyes o trámites: es una herramienta para que las comunidades tengan más herramientas a la hora de defender su territorio, participar en los planes de ordenamiento pesquero y exigir que se respete su papel en la gobernanza del agua.

Al final de la jornada, cuando ya el sol comenzaba a bajar sobre las fachadas coloniales del distrito especial turístico, histórico y cultural de Santa Cruz de Mompox, el ambiente había cambiado.

No hubo firmas de grandes convenios ni anuncios rimbombantes, pero sí se alcanzaron acuerdos concretos: los asistentes se comprometieron a seguir participando en las próximas convocatorias, a avanzar en la conformación de asociaciones y a mantener un canal directo de comunicación con la AUNAP y con la administración municipal.

La Alcaldía, encabezada por el alcalde Juan Nicolás Sinning Ciodaro, fue invitada formalmente a sumarse al proceso de acompañamiento y consolidación de esas organizaciones, articulando esfuerzos para que la pesca artesanal no quede relegada en la agenda local.

Para muchos de los pescadores y comercializadores presentes, la capacitación fue también una ocasión para verse a sí mismos con otros ojos.

Las mujeres, que ya lideran buena parte de la comercialización pesquera en Mompox, escucharon de boca de los funcionarios algo que rara vez se enuncia en voz alta: que su trabajo es estratégico para la economía local y que su liderazgo debe fortalecerse.

En un territorio donde, históricamente, el protagonismo lo han tenido otros sectores —el turismo, la orfebrería o la memoria histórica ligada a la independencia—, la jornada les recordó que la pesca sigue siendo uno de los ejes de la vida cotidiana.

La crónica de ese día no se escribe solo en las actas de asistencia o en el boletín institucional de la Aunap. También queda en los cuadernos donde algunas participantes apuntaron, con letra apretada, palabras nuevas: formalización, proyectos de fomento, educación formal, patrimonio cultural inmaterial. 

Queda en las conversaciones que seguirán en los mercados y en la orilla del río, donde se discutirá si conviene unirse en una sola asociación o en varias, quién podría asumir la representación legal o cómo se puede evitar que los trámites se queden en manos de terceros que no conocen la realidad de la pesca artesanal.

En últimas, la capacitación de la Aunap en Mompox fue un primer paso —o un paso más, en una ruta que la entidad viene recorriendo en distintos municipios del Caribe y del Magdalena— para que las comunidades pesqueras se reconozcan como sujetos políticos, con derechos, responsabilidades y capacidad de incidir en las decisiones que marcan su futuro.

En un mundo donde los cambios en el clima y en los mercados golpean con fuerza a quienes viven del río, sentarse a hablar de normatividad, asociatividad y acceso a la educación puede parecer un lujo.

Pero, como lo entendieron quienes asistieron a la jornada, también puede ser la diferencia entre seguir pescando en condiciones precarias o construir, poco a poco, un futuro más digno y seguro para sus familias y para el Magdalena que los sostiene.

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