La emblemática selfie de los Premios Oscar: entre la fama y la supuesta maldición

En la constelación de eventos que han marcado la historia de los Premios Oscar desde su inauguración en 1929, uno de los episodios que ha conseguido resonancia mundial es, sin duda, la selfie que Ellen DeGeneres compartió durante la ceremonia de 2014. 

Este autorretrato, que incluía a algunas de las estrellas más brillantes de Hollywood en ese momento, no solo se convirtió en un fenómeno viral, alcanzando cerca de tres millones de compartidas en redes sociales, sino que también desató una serie de especulaciones sobre una posible maldición.

La fotografía, que capturó un instante espontáneo y alegre, ha sido objeto de análisis y teorías por parte de los aficionados, quienes apuntan a una serie de infortunios y controversias que siguieron a sus protagonistas. 

Entre ellos, Ellen DeGeneres, la anfitriona de uno de los talk shows más exitosos de la televisión estadounidense, enfrentó acusaciones de comportamiento tóxico y racista hacia su equipo, lo que culminó con el cierre de su programa en 2019.

En el panorama de los actores incluidos en la selfie, Jared Leto se vio envuelto en acusaciones de acoso y abuso sexual, mientras que Kevin Spacey enfrentó un juicio por agresiones sexuales, aunque finalmente fue absuelto. 

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Por su parte, Brad Pitt fue señalado por comportamiento violento durante un vuelo en el que se encontraba con Angelina Jolie y sus hijos, y Jennifer Lawrence fue criticada por comentarios considerados inapropiados hacia Timothée Chalamet.

Más allá de estos casos, la imagen también inmortalizó a luminarias como Meryl Streep, Channing Tatum, Julia Roberts y Lupita Nyong’o, quienes, a pesar de no haber sido acusados de delitos graves, experimentaron según algunos seguidores, un descenso en su popularidad tras la publicación de la selfie.

Este episodio plantea interrogantes sobre la naturaleza efímera de la fama y la forma en que la opinión pública puede influir en la percepción de las celebridades. 

La "maldición" de la selfie de los Oscar, más allá de ser una superstición, refleja las complejidades y los desafíos que enfrentan las figuras públicas en un mundo cada vez más interconectado y vigilante.

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