Muerte de la jueza Vivian Polanía en Cúcuta: las cuatro hipótesis clave que investigan las autoridades

La tarde de este miércoles, en Cúcuta, la preocupación comenzó a escalar en un círculo pequeño y concreto: el de quienes, por rutina de seguridad y cercanía familiar, esperaban respuesta de la jueza Vivian Polanía.

La cadena de llamadas sin contestación —según versiones conocidas por medios nacionales— derivó en el aviso que activó la verificación en su vivienda y, con ello, el procedimiento estándar ante una posible emergencia.

Cuando ingresaron al apartamento, la escena fue la que terminó por sacudir a la Rama Judicial y a la opinión pública: Polanía estaba sin vida y su bebé de apenas dos meses estaba a su lado, con vida.

La Policía reportó que el menor fue trasladado a un centro asistencial y quedó bajo protección institucional, mientras se aseguraba el lugar para la inspección judicial.

Desde ese punto, el caso dejó de ser una noticia de impacto inmediato y se convirtió en un rompecabezas técnico.

En muertes sin causa evidente, el primer filtro es la escena: posición del cuerpo, señales de violencia, objetos fuera de lugar, puertas y ventanas, y cualquier indicio que obligue a cambiar la hipótesis inicial.

De acuerdo con lo informado públicamente, uno de los datos que marcó el inicio de la investigación fue que, en las verificaciones preliminares, no se advertían signos visibles de violencia.

Ese elemento no cierra ninguna ruta, pero sí mueve el centro de gravedad hacia escenarios que requieren confirmación forense: causas médicas súbitas, intoxicaciones o un hecho autoinfligido sin lesiones externas evidentes.

En paralelo, comenzó a circular otro dato que también condiciona los tiempos de la investigación: la posibilidad de que el fallecimiento hubiese ocurrido varias horas antes del hallazgo, lo que implicaría que el bebé permaneció un lapso prolongado en el lugar.

Autoridades en Cúcuta han citado esa estimación preliminar a partir de la inspección inicial, sin que ello sustituya la hora de muerte que finalmente establezca Medicina Legal.

Con esos elementos sobre la mesa —hallazgo, ausencia de signos externos de violencia, ventana temporal por precisar— las hipótesis que se han conocido públicamente han quedado, por ahora, en cuatro carriles principales, que pueden coexistir hasta que la necropsia y los análisis de laboratorio permitan descartar.

La primera línea es la muerte por causa natural o evento médico súbito. En una escena sin señales externas, la necropsia busca identificar condiciones cardiovasculares, neurológicas u otras causas agudas que pueden presentarse sin advertencias claras.

En este caso, el contexto de posparto reciente también obliga a que el abordaje médico-legal sea cuidadoso y completo, porque algunas complicaciones pueden requerir exámenes específicos para confirmarse o descartarse.

Por ahora, lo reportado apunta a que el esclarecimiento depende de la ruta forense y no de una evidencia concluyente en el lugar.

La segunda línea es la intoxicación o sobredosis accidental, hipótesis que suele mantenerse viva cuando la escena no muestra violencia y existen reportes —aún por verificar oficialmente— sobre la presencia de sustancias.

En las últimas horas, autoridades han mencionado hallazgos asociados a estupefacientes dentro del apartamento; esa información, por su naturaleza, exige confirmación formal mediante cadena de custodia, pruebas toxicológicas y pronunciamientos de autoridad competente.

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En otros términos, es un dato sensible: puede orientar la investigación, pero no puede convertirse en conclusión sin respaldo pericial.

La tercera hipótesis es el suicidio. Se ha indicado que las autoridades valoran esa posibilidad, precisamente porque la falta de signos de violencia externos no excluye un hecho autoinfligido.

En estos casos, además de la necropsia, pesan elementos como comunicaciones previas, comportamiento reciente, antecedentes médicos, y rastros materiales que expliquen el mecanismo de muerte.

Hasta ahora, lo que se conoce públicamente es que está dentro del abanico de posibilidades y que la investigación busca reconstruir las últimas horas, incluyendo llamadas y contactos recientes.

La cuarta línea, que suele ser inevitable cuando se trata de una funcionaria judicial con exposición pública, es la intervención de terceros: homicidio u otra forma de muerte causada por alguien más, incluso sin violencia visible.

En esa categoría entran escenarios como asfixias, envenenamientos u otros mecanismos que pueden no dejar marcas evidentes en una primera mirada.

Parte del debate público se alimenta del hecho de que Polanía era una figura conocida, tanto por decisiones judiciales como por controversias disciplinarias y mediáticas; sin embargo, en lo estrictamente investigativo, esta hipótesis requiere evidencia técnica: rastros biológicos, huellas, cámaras, ingresos al edificio, y trazabilidad de objetos y comunicaciones.

Hasta ahora, lo reportado por prensa es que la Policía Judicial intenta “armar el rompecabezas” con reconstrucción de la línea de tiempo y recolección de evidencia en el lugar.

El caso también ocurre bajo la sombra de un historial de alta exposición. Polanía fue noticia nacional en los últimos años por decisiones y episodios que llegaron a instancias disciplinarias, incluida la Comisión Nacional de Disciplina Judicial.

Ese contexto explica por qué, desde el primer minuto, la muerte trascendió el hecho local y pasó a ser un asunto seguido a escala nacional, con voces que piden celeridad y claridad.

A esta hora, el punto decisivo sigue siendo el mismo: la necropsia y los análisis toxicológicos. Antes de ese dictamen, cualquier afirmación categórica sobre causa de muerte se mueve en terreno incierto.

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