De las entrañas de una de las minas de esmeraldas más famosas del mundo, Cunas, ubicada en el municipio de Maripi en el occidente de Boyacá, hace pocos días y en medio de la pandemia, encontraron una de las más apetecidas del mundo, la mítica esmeralda gota de aceite, valorada por ahora en más de un millón de dólares.
La esmeralda es el producto insignia de la minería colombiana. Las condiciones del subsuelo de los denominados cinturones esmeraldiferos de una parte de la geografía de Boyacá y Cundinamarca permiten las características de alta calidad de estas piedras preciosas.
Precisamente una de estas míticas piezas llegó hace dos semanas a la Avenida Jiménez, en pleno corazón del centro de Bogotá. Ese día el tradicional mercado de la capital se revolucionó porque dentro de un lote de esmeraldas apareció la gema.
Inicialmente, los compradores que estuvieron negociando el lote de piedras preciosas, desconfiaron de la calidad de la joya. Sin embargo, después del proceso de laboratorio, los talladores detectaron que efectivamente se trataba de una esmeralda gota de aceite.
Uno de los comerciantes del sector aseguró que una vez realizado el proceso “la piedra quedó como si tuviera una mariposa adentro con destellos verdes que cambian con los movimientos de la gema, ese es el efecto de la piedra”, señaló el comerciante.
Los propietarios de la joya mantienen en reserva el hallazgo minero, pero una vez se realizó el tallaje de la pieza, su valor varió significativamente. La piedra sin el proceso fue ofrecida por $500 millones, pero detectada su calidad, se estima que el precio supera los $4.000 millones, aseguro otro experto en esmeraldas.
Lo cierto es que el hallazgo y la piedra quedo en manos de una compañía extranjera que desde hace varios años compró su participación en la mina al fallecido zar de las esmeraldas Víctor Carranza.
No obstante, en el centro de Bogotá, uno de los lugares más afectados por la pandemia, “esmeraldas hay pero lo que no hay son compradores” aseguró el propietario de un laboratorio tallador a la Agencia de Periodismo Investigativo, API, quien agregó que el sector estaba en crisis luego de la cancelación de las principales ferias en el mundo, especialmente en New York y Hong Kong.
Según los esmeralderos, con la lenta reactivación económica del país, se aspira que hacia el mes de marzo del año entrante comience la recuperación del sector que aporta recursos significativos a la economía desde que legalizaron su actividad.
Y es que de los otrora todo poderosos zares de las esmeraldas cada vez queda muy poco. Aquellas cabezas del clan de los Carranza, los Rincón, Murcia o los Triana hoy pasan sus últimos días en una celda en Estados Unidos o están muertos, luego de librar la denominada Guerra verde que llenó las principales casas de subastas de esmeraldas pero que a su paso desangró toda una región.
Técnicamente una esmeralda es una variedad de berilio, su color depende de la presencia en mayor o en menor medida de cromo y vanadio. Sin embargo, su calidad depende del grado de transparencia de la gema y precisamente esa es la característica de las esmeraldas colombianas.
La altísima calidad de esta piedra preciosa ha dado un lugar en el libro de los Récord Guinness en 1995 cuando se registró una esmeralda de 7.025 quilates hallada en la mina Las Cruces de Gachalá en 1969, considerado el mayor cristal de esmeralda del mundo, la cual tiene un peso de 7.025 quilates.
En ese mismo municipio en 1967 se encontró una de las esmeraldas da a más valiosas del mundo que actualmente hace parte de la colección del Instituto Smithsoniano de Washington.
También en el año 2011 una tiara con once esmeraldas colombianas en forma de gota, encargada a finales del siglo XX por el conde Henckel Von Donnersmarck para Katharina su segunda esposa, pasó a la historia como una de las joyas más valiosas del mundo. Se subastó en US$12.7 millones.
Un año después la casa de subastas Christie’s subastó un lote de esmeraldas colombianas cuya propietaria fue la actriz Elizabeth Taylor por un millón de dólares.
Su calidad, brillo, transparencia y color verde azulado le dan una condición única a estas gemas de las entrañas de Muzo, Borbur, Coscuez, Chivor, Peñas Blancas, Otanche en Boyacá y Gachetá y Gachalá en Cundinamarca.
Sin embargo, dentro de esa calidad existe una denominación que alcanza la condición de mito, se trata de la gota de aceite, la misma que el otrora zar de las esmeraldas, Víctor Carranza presumía a todos sus visitantes.
Este es un fenómeno óptico que se crea en el momento de conformación del cristal del paralelo al eje C, el cual produce una modificación en la refracción, dándole una apariencia turbia.
Y es que de los otrora todo poderosos zares de las esmeraldas cada vez queda muy poco. Aquellas cabezas del clan de los Carranza, los Rincón, Maurcia o los Triana hoy pasan sus últimos días en una celda en Estados Unidos o están muertos, luego de librar la denominada Guerra verde que llenó las principales casas de subastas de esmeraldas pero que a su paso desangró toda una región.
Ahora se trata de una actividad manejada por poderosas compañías, especialmente de Estados Unidos, que ahora cuentan con una joya de colección, la esmeralda gota de aceite descubierta en las entrañas de Boyacá como hace muchos años no aparecía.