Por Yarley García Castañeda (API)
Jesús Emilio Carvajalino, alias Andrés París, quien fuera vocero negociador de las Farc en La Habana, militante guerrillero por más de 30 años y cabecilla del bloque oriental, se toma un café como un ciudadano cualquiera en Bogotá. Con la firma del Acuerdo de Paz se instaló en el anonimato que tiene la mayoría de habitantes de esta urbe fría.
¿Cuál es su análisis del panorama, que se vive desde que el No triunfó en las urnas hasta hoy?
El triunfo del No, no es el triunfo de uno de los sectores de la guerra, sino la victoria de la ignominia, la felonía y de las técnicas mediáticas más avanzadas para influir en una sociedad y llevarla a posturas tan negativas como allanar un camino a la guerra.
Lo digo porque hay suficientes pruebas: fue destituido el jefe de campaña del No, quien confesó las técnicas, que aprovecharon también los medios para inducir a la población colombiana a una decisión equivocada.
También, el No significó el crecimiento del sector político que hoy está gobernando y reivindicó al uribismo.
Esa victoria es la responsable del deterioro de toda la concepción de reconciliación para el país. Los que triunfaron fueron las fuerzas y las tendencias que señalan que la violencia es responsabilidad de la insurgencia y no del Estado. Esa tendencia política convertida en poder, hoy son mayoría en el parlamento, tienen el ejecutivo y controlan una parte de las Fuerzas Armadas.
Hace unos días, “Iván Márquez” envió una carta en la que hace unos duros cuestionamientos. Dice que los acuerdos tienen unos cambios que los han convertido en un Frankenstein. ¿Qué piensa usted en este momento de esos acuerdos y de la baja votación que obtuvieron en las urnas?
Puedo decir que salir de la insurgencia después de un período tan prolongado a la victoria electoral total, es física y políticamente imposible. En El Salvador, la insurgencia ganó 20 años después un proceso electoral y después de muchas dificultades.
En relación con el caso colombiano, las posibilidades del avance electoral estaban directamente ligadas al avance de los acuerdos. Por ejemplo, si en el momento de las elecciones hubieran sido entregados los 3 millones de hectáreas pactados, eso hubiera consolidado la base social y de influencia de nuestro partido. Influyó también la costumbre de los medios de crear demonios a partir de las fuerzas que han decidido tener como enemigas del establecimiento: ayer fueron las Farc, hoy es Venezuela, mañana será Petro.
En los acuerdos ustedes ganaron unos espacios políticos muy polémicos. “Iván Márquez”, por ejemplo, no está ocupando la curul que se acordó en la negociación y ahora está en la clandestinidad. ¿Qué piensa de eso?
La carta de Iván Márquez y Óscar Montero surge en un momento de deterioro profundo. Ellos no están ocupando sus cargos ni en el Congreso ni en el partido, porque fueron objeto de un operativo militar en el espacio territorial de Miravalle, donde estaban laborando pacíficamente. Un destacamento del batallón del Ejército Diosas del Chairá hizo un operativo nocturno para capturarlos o darlos de baja.
Esto fue conocido por la comisión del Congreso que se hizo presente y confirmó los hechos. En los últimos dos meses, a Romaña también le hicieron hostigamientos militares, con francotiradores desde la cordillera donde se encontraba.
El Zarco Aldinever también fue blanco de operativos de fuerzas especiales en la zona del Ariari donde se encontraba.
Intentaron matarlos y ellos se vieron obligados a refugiarse, porque su vida ha sido esa: huir de las acechanzas del Estado. Esto se produce como una avanzada más del deterioro de los acuerdos. El incumplimiento es total.
El Estado repite lo que ha sido histórico en Colombia: un plan de exterminio que está en marcha, contra los líderes sociales. Aunque el ministro de Defensa se lo ha tomado tranquila y folclóricamente.
Lo que sigue es algo muy grave: van a empezar a criminalizar a una fuerza política que se hizo presente con más de 8 millones de votos, representada por Petro y que se vio fortalecida con la consulta anticorrupción.
¿Qué tiene que decir en el caso de Jesús Santrich, quien fue descubierto haciendo presuntamente operaciones de narcotráfico?
Usted me pregunta esto luego de una declaración pública del fiscal que dice que no tiene pruebas, que las pruebas están en Estados Unidos.
Tomo esto para decir que Santrich no estaba en curso en actividades de narcotráfico. Él ha sido unos de los críticos del conejo que le hicieron al proceso de paz, eso es lo que quiere castigar los Estados Unidos, en acuerdo y connivencia con la Fiscalía.
¿Qué pasa entonces con los videos que han circulado en medios?
La famosa prueba que tienen se reduce a dos señores que reconocen que son del cartel del Golfo, pero también se reconocen como agentes de la DEA.
¿Usted está diciendo que Jesús Santrich es inocente?
Absolutamente. Son responsables de narcotráfico la DEA y los Estados Unidos.
¿Entonces qué hacía Jesús Santrich cuando fue grabado presuntamente en flagrancia?
Santrich, como Timochenko o yo, es un hombre de vida pública y lo pueden solicitar en entrevistas. Él, motivado por el famoso sobrino de Iván Márquez, quien ya había sido reclutado por la DEA, establece esa reunión. Eso es lo que reconocemos.
Las autoridades norteamericanas han mostrado fotos y videos sin audio. O sea, no es cierto que ese encuentro y esa conversación se hayan dado sobre temas de narcotráfico. Audio, eso es lo que no tiene Estados Unidos por eso no muestra las pruebas. Esto es un montaje.
Usted me ha dicho varias veces en esta conversación que les están haciendo “conejo”. ¿En qué sentido va esa afirmación además del plan de exterminio que acaba de denunciar?
Están las modificaciones sustanciales que le hicieron a la JEP, que fue una de las máximas creaciones del Acuerdo de Paz.
Nosotros entregamos las armas y nos sometimos a la justicia, pero no creemos en la justicia ordinaria. Por eso construimos la JEP en conjunto con los voceros del gobierno como una gran criatura de reconciliación.
La modificación consiste en que les quitaron la obligación a los actores del Estado, los llamados terceros, de presentarse también y ser juzgados como responsables de la violencia y como financiadores de la guerra.
Ahora discuten sacar a los militares, para que ellos no comparezcan. Esto ha levantado una crítica mayor, incluso entre los mismos militares, que saben que deben acudir a la Jurisdicción Especial para la Paz, porque si no dan testimonio, los van a requerir en la Corte Penal Internacional.
El fondo de las modificaciones se reduce a que Álvaro Uribe está temeroso de que esos generales que le cumplieron órdenes aporten verdad, del porqué hicieron las masacres por las cuales están condenados. Los narcotraficantes y paramilitares extraditados a Estados Unidos también están dispuestos a aportar verdad. Esa verdad está dirigida contra Uribe y por eso él se mueve hacia la modificación de las cortes y de la JEP.
Uribe está tratando de modificar todo el entramado judicial para ponerlo a su servicio de impunidad y de guerra. Es esa fuerza política la que está preparando, después del “conejo” de Santos, liquidar lo que queda del Acuerdo de Paz.
¿Hay posibilidades de que las Farc vuelvan a existir como fuerza armada?
Yo no volvería a la guerra. Aun así, a cada acción de violencia le corresponde una respuesta. Eso ha pasado, desde los comuneros hasta los movimientos guerrilleros contemporáneos. Mientras persista la violencia del Estado y este utilice métodos extralegales para enfrentar a sus opositores, siempre habrá alguien que se levante y se enfrente contra eso.
Lo que tiene que modificarse en Colombia, no se logró en los acuerdos: deben desaparecer los focos reales de la construcción de la violencia. Las políticas económicas y sociales fachistas que necesitan la represión para prosperar.
Hay varias denuncias de mujeres que hablan de violaciones y abortos en los que están involucrados comandantes de las Farc. ¿Qué tiene para decir al respecto?
Las fuerzas que se movieron detrás de Herbin Hoyos en su campaña antisecuestro son las mismas que están detrás de organizaciones como la Rosa Blanca, que viene utilizando ciertas muchachas para hacer denuncias contra excomandantes de las Farc. A mí esas denuncias no me constan, ni las vi a lo largo de mis 30 años de militancia.
El tema de la violación es una cosa y otra es la política de control natal: la violación se condena severamente en las Farc y también como organización donde hay hombres y mujeres construimos una política de control natal. Dentro de ella había la posibilidad de liberarse de embarazos que no eran deseados. Como lo reclaman en todos los países del mundo las mujeres, había derecho al aborto.
Las denuncias son claras: las mujeres eran obligadas a abortar.
Estamos hablando de un escenario de guerra. El riesgo de que las mujeres tuvieran hijos era alto, porque acababan poniendo en riesgo su libertad y la vida del bebé. Pero la política que había era la de practicar abortos bajo el consentimiento de ellas. No conozco casos donde se hubiera forzado el legrado.
En cuanto a la violación, es una campaña aumentada para generar esa misma matriz de odio hacia la organización.
No creo que haya nada que aumentar. La sola palabra violación ya es una tragedia. ¿No le parece?
Esos casos que se están denunciando, donde mencionan a Timoleón o al Paisa, me parecen una manipulación por parte de esas muchachas. Son antiguas desertoras que se presentaron ante el Ejército. Yo condeno categóricamente la violación, pediría las penas más altas contra violadores de cualquier esfera.
En este caso es un “conejo” que se les quiere montar a importantes dirigentes de nuestra organización, en el entendido de que si son encontrados culpables de violación, serian excluidos de la JEP y pasarían a la justicia ordinaria.
¿En su cabeza no existe la posibilidad de que los jefes guerrilleros hayan abusado de su poder y violado a estas mujeres?
En este caso particular no, esos casos eran castigados con vehemencia en las personas que los cometían dentro de la organización. Podían terminar hasta en un consejo de guerra.
¿Cuál es la posición que usted y su partido tienen con respecto a Venezuela y la crisis humanitaria que atraviesa?
Me parece que la figura de crisis humanitaria obedece a una construcción premeditada entre Colombia y Estados Unidos para justificar una intervención bélica. Por eso están generando crisis en la frontera.
Venezuela es un país subdesarrollado, con limitaciones que se agigantan con el plan norteamericano de agudizar la crisis. Lo más grave de esto es que se prepara una situación militar de la que Colombia podría salir mal librada.
Si hay agresión norteamericana, hay repuesta revolucionaria del pueblo venezolano y solidaridad de las fuerzas revolucionarias colombianas.
Los venezolanos denuncian cosas como una inflación estratosférica, hambre, y eso es innegable
Entiendo, pero esas situaciones han sido denunciadas por Maduro. Estados Unidos ha generado un bloqueo económico que empeora todo.
¿O sea que el gobierno venezolano no tiene responsabilidad en la crisis?
No estoy diciendo eso. Creo que la mayor responsabilidad de ese gobierno es no usar las ganancias del petróleo para “sembrarlas en otra cosa”. Inyectar sus ganancias en otra actividad productiva es algo que no han podido materializar.
Sin importar el problema que sea, ellos deben resolverlo con soberanía y no por intromisión militar.
Finalmente, el interés no es solucionar el problema interno, sino capturar esa inmensa riqueza que está representada en el petróleo y en el gas.
¿Usted cree que esas amenazas de intromisión militar son reales o son una especie de guerra fría? ¿Colombia podría, en su actual situación, destinar recursos para meterse en una guerra con Venezuela?
Es sospechoso el presupuesto tan grande para comprar armamento que pretenden aprobar, pero creo que son sofismas: si hay guerra contra Venezuela, es la tecnología norteamericana la que va a estar al servicio de los colombianos para agredir al vecino país.
¿Qué se puede hacer como plan de contención para salvar los acuerdos?
La verdad, veo que esto no tiene fórmula de solución en el gobierno actual. Creo que las apuestas de este gobierno son las de la guerra. Ellos son los más interesados en que surjan otras guerrillas, porque con eso construyen una estrategia de dominio de la sociedad a partir del miedo, cosa que hace Uribe a la perfección. Siempre necesita guerras para justificar su forma de hegemonía y de gobierno.
La paz solo es posible con otra clase política en el poder. Ojalá todavía existamos como sociedad y como país en cuatro años.