Tener una limitación al caminar y haber realizado una llamada desde su celular el 26 de agosto de 2016 a las 11:33 a.m fue suficiente para que Arturo Stiven Buitrago Montaño, un taxista que trabaja en turno de 12 horas fuera capturado y enviado a prisión. La Fiscalía lo acusó por el delito de terrorismo y el entonces ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, anunció que era alias ‘El Cojo’ y que pertenecía a un grupo subversivo.
El funcionario lo señaló de ser la persona que instaló tres artefactos explosivos el 31 de agosto y el 26 de octubre de 2016 en la zona del Park Way y en el edificio Novartis de la calle 93 con carrera 16 en Bogotá. Pero todo resultó un montaje y el Tribunal Superior de Bogotá acaba de confirmar el fallo absolutorio de primera instancia y lo declaró inocente.
Todo comenzó cuando una ola de atentados terroristas sacudió la capital de la República. 10 artefactos explosivos de mediano poder fueron ubicados en zonas estratégicas.
El 31 de agosto de 2016, un vigilante descubrió en el antejardín que adorna la sede de Bancolombia en la calle 39 con carrera 24 del tradicional Park Way un paquete. En su interior, unos panfletos llevaban la leyenda, “ni Santos ni Uribe son la opción para el pueblo, La Paz de los ricos no es La Paz del pueblo MRP”. Al lado de las hojas, una bandera amarilla y azul y en la mitad una estrella roja de cinco puntas junto a un artefacto explosivo.
También, 1000 gramos de trinitrotolueno TNT y amonal, una fórmula compuesta por nitrato de amonio, aluminio y azufre. Un reloj digital activado a las 3:40 a.m y un circuito electrónico sacudirían ese punto de la ciudad. La bomba no explotó gracias al hallazgo del vigilante quien avisó a la policía. Por fortuna, la Sijin hizo la detonación de manera controlada. No hubo víctimas.
Ese mismo día, otro acucioso vigilante hizo un hallazgo similar. A las 7:21 a.m, en un jardín de la sede del Banco de Bogotá de la calle 80 con carrera 78 en el barrio La Granja, encontró un paquete igual al del Park Way. 500 gramos de TNT y un reloj digital de pulso. En este también la Sijin hizo la denotación.
Dos meses después, el 26 de octubre a las 11:38 am la escena se repitió. Un vigilante descubrió un paquete con dos cajas metálicas rectangulares. En su interior, 5.480 gramos de un polvo gris, dos detonadores electrónicos, un cordón rojo. En la otra caja, un celular Nokia, 3 baterías de 9 voltios, una tarjeta electrónica, dos interruptores y dos detonadores eléctricos de cobre. Aquí la leyenda cambio, “La Paz es también acabar con el cartel de la salud”. La Sijin, una vez más realizó la detonación sin víctimas.
En la primera semana de febrero de 2017, el entonces ministro de Defensa Luis Carlos Villegas anunció que la Policía Metropolitana de Bogotá y el CTI de la Fiscalía capturaron a alias Mateo Gutiérrez León alias Mateo y a Arturo Stiven Buitrago Montaño, de quien dijeron era alias “El Cojo”. Aseguró que Buitrago fue la persona que instaló los explosivos en agosto y en octubre de 2016, “los dos hombres hacen parte de un grupo denominado ‘Movimiento de Revolución Popular MRP” y no se descarta que tengan nexos con el ELN”, afirmó el ministro tras la captura.
Ese 10 de febrero, el Juzgado 2 Penal Municipal de Control de Garantías legalizó la captura de Arturo Buitrago. La Fiscalía le imputó el delito de terrorismo en concurso homogéneo y sucesivo. No acepto los cargos pero por la gravedad del delito fue enviado a la cárcel.
Catorce meses después y luego de un juicio que se desarrolló en ocho audiencias, la defensa y el Ministerio Público no solo solicitaron la absolución de Buitrago si no que además solicitaron se investigara al vigilante que aseguró que él había instalado el artefacto explosivo en el edificio Novartis. Ante la contundencia de las pruebas el juez 5 penal del Curcuito Especializado de Bogotá lo declaró inocente.
El fiscal especializado apeló la absolución ante el Tribunal Superior de Bogotá quien confirmó la sentencia del juez y declaró a Arturo Buitrago inocente. Encontró inexplicable cómo un taxista que inicia su trabajo a las 5:00 am, que rueda por la ciudad transportando pasajeros durante 12 horas diarias y que padece una lesión en sus extremidades terminó siendo señalado de ser alias El Cojo y pertenecer a un grupo subversivo solo por haber hecho una llamada desde su celular.
El enredo judicial se inició cuando el subintendente Fandiño de la Unidad Antiterrorismo de la Policia inició la investigación. Para ello, recolectó videos de las cámaras de seguridad y a través de una aplicación de celular descargó la información de las antenas de los operadores de telefonía celular en las zonas donde se ubicaron los explosivos. A Claro, Movistar y Tigo les solicito las llamadas entrantes y salientes que se realizaron antes, durante y después de los atentados.
El 30 y el 31 de agosto en esas zonas de Bogota se realizaron 15.701 llamadas. De este registro el número que más le llamó la atención fue el 35080232xx de la empresa Avantel, el teléfono a las 11:32 am estaba sobre la calle 80 y recibió comunicaciones del sector del Park Way, le solicitó el nombre a la compañía de quien era el usuario de ese número y el nombre de Buitrago Montaño salió a relucir por primera vez.
Con un nombre entre los sospechosos revisó los videos. Una persona cubierta de pies a cabeza apareció en escena. Un impermeable negro de motociclista cubría su cuerpo y un casco con visera tapaba por completo su cara. Llegó hasta el edificio Novartis aquel 26 de octubre de 2016, se agachó y dejó un paquete. Antes de subir a la acera se cruzó durante cinco segundos con un vigilante quien llevaba a un perro de la trabilla.
El subintendente ya tenía un número de celular y un nombre, también tenía el video de la persona que dejó el paquete en la entrada del edificio. Con esos elementos consiguió una orden para seguir y vigilar a Buitrago. Estableció su rutina. Buitrago trabajaba como taxista. Salía de su casa sagradamente entre las 4:30 am y las 5:00 am, transportaba pasajeros durante el día. Hacia las 4 o 5 Pm le entregaba el taxi a otro hombre. Ahí descubrió que Buitrago tenía una limitación en sus piernas.
El policía confesó que no era experto en anatomía pero le pareció que el del video cojeaba. De inmediato dedujo que el hombre del overol y casco negro era Steven Buitrago. De esta manera surgió el alias “El Cojo”
Pero en el juicio todo fue más confuso. Al ser contrainterrogado el subintendente testigo de la Fiscalía dijo que realmente de aquel celular que inicia con el número 350 solo se hicieron dos llamadas y que la antena que investigó con la aplicación de celular realmente estaba lejos de la calle 80.
Y ni siquiera fue una llamada el día de los hechos si no una que se realizó el día anterior a las 8:16 p.m. Finalmente, el subintendente Fandiño reconoció un hecho que luego reprochó el delegado del Ministerio Público y la defensa, “no se cual fue la ubicación del teléfono del señor Steven. Toca meterlo a la herramienta”.
Su relato terminó de convencer al juez, a los magistrados y a la Procuraduría de la inocencia de Buitrago. El subintendente declaró en el juicio que en los videos de las cámaras de seguridad de los explosivos del mes de agosto se ve es a una pareja y que el número de celular de Steven Buitrago no estaba conectado con los artefactos explosivos y que tampoco pertenecía a un grupo delictivo.
Otro testigo de la Fiscalía, el patrullero Fredy Vargas Rodriguez le dijo al juez que fue el vigilante Henry Córdoba el que dio aviso del paquete que le pareció sospechoso en el edificio Novartis, el que señaló a Stiven Buitrago en una diligencia de reconociento fotográfico. Nadie sabe cómo lo hizo pues el vigilante solo lo vio durante cinco segundos y el hombre del overol negro que dejó el paquete estaba cubierto de pies a cabeza.
El patrullero confesó que no investigó la cobertura de las antenas de celular y que el análisis lo hizo un integrante del Gaula. Él solo supo que se obtuvieron 19 números de celulares con registros de llamadas en los sectores de los bancos pero nunca supo porque se eligió el número de Stiven.
Un intendente del Gaula José Joaquín Roa y quien también hizo parte de la investigación contó en los estrados cómo llegó a los 19 números de celular. Con una aplicación de celular identificó las antenas, luego buscó la relación entre dos puntos la calle 80 y el Park Way. Descubrió que en todos los operadores Tigo, Claro y Movistar aparecía el celular 350 de Stiven. Pero luego advirtió que Avantel no tenía antena propia y “se pegaba a la cobertura de cualquiera”.
El juez confundido le pregunto al intendente del Gaula sobre las llamadas que supuestamente hizo o recibió Steven Buitrago. Este afirmó que sólo había hecho una llamada a un teléfono de Claro pero no se investigó a quien pertenecía ese número. Tampoco pudo explicar desde qué lugar al fin hizo la llamada.
Solo restaba la declaración de Helton Gómez Pardo ingeniero de sistemas y técnico en criminalística y quien determinó que el hombre del overol negro y Steven eran el mismo sujeto, el señalado por las autoridades como el terrorista y alias “El Cojo”.
Pero su testimonio terminó de ahondar la duda del porque habían acusado a Steven. Afirmó que ambos sujetos el del video y Stiven presentaban características similares, pero luego dijo, “dicha comparación no determinó la plena identidad del presunto responsable ya que era orientativa y las imágenes no eran de buena calidad”. También advirtió que la comparación la hizo de manera empírica pues no tenía estudios ni en anatomía ni en kinesiologia, ciencia que estudia los movimientos del cuerpo.
El juez intervino y preguntó directamente. El técnico en criminalística terminó por afirmar que millones de personas pueden presentar las mismas características y puntos de similitud que el encontrado entre Steven y el responsable de los hechos. “Del análisis no se podía afirmar con certeza que se tratar de la misma persona, pues las imágenes que le entregaron estaban pixeladas y el desequilibrio de quien puso el explosivo se debía al peso del artefacto explosivo”. Es decir, el hombre del atentado terrorista no estaba cojo, simplemente alguien en algún momento de la investigación lo supuso.
Finalmente el juez y los magistrados advirtieron que “del análisis de los testimonios se concluye que la investigación que realizó la Fiscalía por los hechos ocurridos en Bogotá el 31 de agosto y el 26 de octubre de 2016 fue deficiente e incompleta, pues son muchas las inconsistencias y dudas que respecto al responsable de generaron”.
El ente acusador no demostró cual fue la conexión entre Stiven y los hechos. El taxista terminó señalado como parte de una organización delictiva, con un alias en virtud de su limitación física y porque escogieron su número por qué aparecía en todos los operadores de telefonía celular sin percatarse que esto sucedió porque su operador Avantel no tiene antena propia.’
Actualmente, Arturo Stiven Buitrago volvió a manejar taxi durante 12 horas diarias, en un abrir y cerrar de ojos pasó de conductor a peligroso terrorista según el ministro de Defensa de la época, Luis Carlos Villegas. Un señalamiento al que aún busca sobreponerse.