"El silencio de Iván": Ana Bejarano critica a Cepeda por su cercanía con Petro y Maduro

La más reciente columna de opinión publicada por Ana Bejarano Ricaurte en Los Danieles titulada El silencio de Iván, ha generado una oleada de reacciones tanto dentro como fuera del espectro progresista.

El texto, escrito en tono personal pero con argumentos rigurosos, cuestiona abiertamente la postura que ha asumido el senador Iván Cepeda Castro, figura prominente de la izquierda colombiana y actual precandidato presidencial del Pacto Histórico, frente a los escándalos, desaciertos y silencios del Gobierno de Gustavo Petro.

Bejarano, abogada constitucionalista y columnista habitual en medios de análisis político, plantea en su escrito que, si bien Cepeda cuenta con una trayectoria destacada como parlamentario y defensor de derechos humanos, su transformación en candidato ha venido acompañada de un preocupante mutismo frente a hechos que en otro momento habría denunciado sin titubeos.

La autora centra sus críticas en dos grandes frentes: el primero, su falta de independencia frente al gobierno de Petro, y el segundo, su ambigüedad frente a la crisis institucional en Venezuela.

La columna inicia con una anécdota personal: una amiga cercana le preguntó si Cepeda estaba “haciendo todo bien” como candidato.

Esa interrogante lleva a Bejarano a desmenuzar con cuidado lo que considera una desviación sustancial entre el Cepeda legislador y el Cepeda aspirante presidencial.

La autora recuerda la importancia del papel de Cepeda como congresista: su labor en defensa de las víctimas del conflicto armado, su persistente enfrentamiento jurídico y político con el expresidente Álvaro Uribe Vélez y su fidelidad a los principios del Estado de derecho.

Sin embargo, afirma que ese legado está siendo erosionado por su falta de crítica hacia el actual Gobierno, al que ha decidido adherirse de manera incondicional.

Bejarano denuncia que Cepeda ha guardado silencio frente a situaciones de corrupción dentro del Ejecutivo, al manejo errático de las relaciones internacionales y a lo que describe como la caótica gestión administrativa del presidente Petro.

En su análisis, subraya que Cepeda ha preferido ignorar comportamientos que en el pasado habría calificado como censurables.

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Particular énfasis pone la columnista en lo que considera una contradicción grave: el silencio del senador frente al trato que el jefe de Estado ha dispensado a las mujeres.

Pese a haber sido una voz firme en la reivindicación de causas feministas, Cepeda no ha reaccionado, según Bejarano, ante lo que considera expresiones misóginas del presidente, ni ha cuestionado su cercanía con figuras denunciadas por violencia de género.

Para Bejarano, esta actitud responde a una estrategia de campaña diseñada para conservar el respaldo del núcleo duro del petrismo, aún a costa de la coherencia política.

A su juicio, Cepeda “se traga los sapos” para no distanciarse de un electorado que todavía ve en Petro a un representante legítimo, aunque sus promesas hayan sido incumplidas en numerosos frentes.

Pero, advierte, representar a los sectores populares no basta si no se materializan políticas efectivas que eviten la corrupción y promuevan resultados tangibles para las comunidades.

El segundo gran reproche planteado en la columna tiene que ver con la postura de Cepeda respecto al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.

Bejarano considera que el precandidato ha evitado calificar a ese gobierno como una dictadura, escudándose en argumentos sobre la necesidad de verificar resultados electorales y de no repetir los errores de la administración de Iván Duque en su política exterior.

No obstante, la columnista sostiene que el contexto actual impide seguir apelando a esa neutralidad.

Recuerda que informes de organizaciones internacionales y medios especializados, como InSight Crime, han documentado la expansión del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en territorio venezolano, con operaciones que asemejan a las de un ejército paramilitar, situación que —según denuncia— ha sido facilitada por la falta de control fronterizo durante el actual gobierno colombiano.

La autora también plantea que una eventual invasión estadounidense a Venezuela, motivada por decisiones de política interna en los Estados Unidos, tendría repercusiones directas en Colombia.

Por ello, considera que el país necesita un liderazgo con suficiente independencia frente al régimen venezolano y que tenga claridad sobre las consecuencias de relativizar violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Bejarano sostiene que el silencio de Cepeda en este punto no solo resulta alarmante, sino que contradice su tradicional defensa del derecho internacional humanitario y su histórica empatía hacia las víctimas.

La ausencia de una condena expresa al régimen de Maduro, para ella, pone en entredicho su compromiso con los derechos humanos universales.

La columnista también denuncia el ambiente tóxico que rodea a la campaña de Cepeda, dominado por lo que llama “bodegas agresivas y misóginas” que atacan con violencia verbal a quienes cuestionan al senador o al Gobierno.

A su juicio, esta cultura de cancelación digital ha terminado por minar la deliberación pública y ha alejado a Cepeda de su imagen como interlocutor confiable y abierto al debate.

En ese contexto, Bejarano expresa su desconfianza frente al llamado de Cepeda a una nueva Asamblea Nacional Constituyente.

Afirma que la propuesta genera incertidumbre en sectores que alguna vez vieron en él una figura autónoma, y que hoy lo perciben subordinado a un proyecto de poder sin espíritu autocrítico.

La columna cierra con un tono melancólico y crítico: Ana Bejarano lamenta que del Cepeda que fue referente del progresismo colombiano quede cada vez menos.

En su lugar, observa a un político concentrado en agradar a un líder que no le ha extendido respaldo claro, y que ha optado por el continuismo acrítico.

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