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Carlos Darwin Quintero a Millonarios: a sus 38 años llega para contentar a la hinchada tras nueva eliminación
El modelo 2026 de Gustavo Serpa no comienza bien con un futbolista cerca del retiro, mientras Santa Fe y Nacional disputan y celebran títulos.
La tarde en Bogotá venía cargada de rumores desde hacía días, pero solo cuando la cuenta oficial de Millonarios publicó el comunicado se confirmó lo que buena parte de la hinchada llevaba revisando compulsivamente en el celular: Carlos Darwin Quintero, a los 38 años, firmaba contrato con el club azul hasta diciembre de 2026, luego de superar exámenes médicos y cerrar la documentación pendiente.
El anuncio oficial fue la escena final de una novela que había pasado por filtraciones, versiones cruzadas y la puja silenciosa de varios grandes del fútbol colombiano por un jugador que, más de dos décadas después de su debut profesional, sigue moviendo expectativas en el mercado.
Quintero llega a Bogotá después de su etapa reciente como figura del Deportivo Pereira, donde fue capitán, referencia ofensiva y protagonista de un repunte competitivo del club en la Liga BetPlay.
En mayo de 2025, los registros estadísticos ya ubicaban su cuenta en torno a los 230 goles como profesional, dato que reforzaba la idea de que el apodo de “el científico del gol” no era solo un recurso mediático sino un resumen de una carrera en la que ha combinado velocidad, desequilibrio y capacidad para decidir partidos.
Sin embargo, el final de su vínculo con el equipo del Eje Cafetero estuvo marcado por problemas económicos: el jugador presentó carta de renuncia alegando incumplimientos en el pago de salarios, y ese quiebre abrió el camino para negociar con otros clubes.
El contraste con la realidad de Millonarios es evidente. El club bogotano viene de un 2025 de frustraciones, sin pelear los títulos con la contundencia que la afición exige y con una eliminación anticipada que obligó a acelerar un plan de reestructuración de la plantilla.
Desde la dirigencia se asumió que la temporada 2026 debía arrancar con decisiones fuertes: salidas de referentes cuya curva de rendimiento parecía agotada, incorporación de jugadores con trayectoria internacional y liderazgo probado, y un mensaje claro a la tribuna de que no se repetiría el mismo libreto de promesas incumplidas.
En esa ecuación, el nombre de Carlos Darwin Quintero pasó de ser un rumor a convertirse en el símbolo de ese nuevo intento de golpe de timón.
El camino hasta el comunicado azul tuvo varios capítulos. Cuando se confirmó que el delantero no seguiría en Pereira, se habló de interés de Junior, América, Santa Fe y del propio Millonarios, con versiones que por momentos ubicaban al tumaqueño más cerca de Barranquilla que de Bogotá.
Reportes llegaron a titular que el fichaje por otro “grande” estaba casi resuelto, mientras que en redes algunos filtraban avances y retrocesos en la negociación.
De hecho detallaron que el jugador ya había alcanzado un acuerdo de palabra con Millonarios y que el contrato contemplaría un vínculo inicial para 2026 con opción de extenderlo un año más, si el rendimiento y los objetivos deportivos se cumplían.
Luego la página oficial del equipo embajador publicó el comunicado en el que se informaba que, tras completar exámenes médicos y trámites administrativos, el jugador firmaba contrato hasta diciembre de 2026.
Con ello, el rumor dejó de ser especulación y se convirtió en hoja de ruta: Millonarios apostaba por un veterano con pasado en México y Estados Unidos para intentar recomponer un proyecto en cabeza de Gustavo Serpa, administrador de los recursos del duelo de equipo, el francés Joseph Marie Oughourlian que cada día perdiendo credibilidad.
Nacido en Tumaco el 19 de septiembre de 1987, Carlos Darwin Quintero debutó en primera división con Deportes Tolima a los 18 años, después de abrirse paso en medio de los prejuicios por su estatura y de varias pruebas fallidas en otras canteras.
En Ibagué explotó como delantero rápido y desequilibrante, fue protagonista de finales de liga y se ganó su primera salida al exterior con Krylia Sovetov, en Rusia, donde la experiencia fue corta pero suficiente para dejarlo en el radar de clubes de mayor peso.
De regreso a Colombia, tuvo un paso goleador por Deportivo Pereira, pero el gran salto llegó con su traspaso al Santos Laguna de México, donde fue figura, campeón de liga y máximo goleador de la Liga de Campeones de la Concacaf 2012–2013, compartiendo ese registro con el panameño Nicolás Muñoz.
Su etapa en Santos Laguna lo llevó a consolidarse como uno de los atacantes extranjeros más influyentes del fútbol mexicano en esa década.
Junto a jugadores ya retirados como Christian Benítez y Oribe Peralta, integró una delantera que disputó varias finales y dejó registros importantes en goles y asistencias, al punto de liderar rubros de pases de gol en liga y en Copa Libertadores.
Más tarde, fichó por el América de México, donde sumó títulos en la Concacaf Liga de Campeones y se mantuvo como pieza de rotación en una plantilla cargada de figuras.
El siguiente capítulo fue la MLS: Minnesota United y Houston Dynamo, donde mantuvo buenos números y se adaptó a un torneo que combina físico y ritmo alto, antes de regresar al país para jugar con América de Cali y, posteriormente, con el Deportivo Pereira.
Ese recorrido internacional, sumado a su experiencia con la selección Colombia —debut en la absoluta en 2008 y primer gol en 2009, además de paso por la Sub-20—, es uno de los argumentos que Millonarios destaca para justificar su devaluada apuesta.
Según datos de portales especializados en mercado de pases, el jugador llega a Bogotá con un valor de mercado estimado en 50.000 euros, cifra baja para su historial pero coherente con la etapa final de su carrera y con el contexto económico de los clubes colombianos.
Para Millonarios, más que una inversión financiera de gran calibre, se trata de una jugada estratégica: incorporar a un jugador que pueda impactar en el corto plazo y servir de guía para jóvenes ofensivos.
En paralelo, la negociación ocurre mientras el club afronta la presión de una hinchada que no solo exige resultados, sino también un estilo de juego y una identidad competitiva clara.
La eliminación temprana de 2025 dejó en evidencia problemas en generación ofensiva, claridad en tres cuartos de cancha y capacidad para resolver partidos cerrados, incluso en El Campín.
En ese diagnóstico, Quintero encaja como un mediapunta o extremo capaz de moverse entre líneas, asociarse con los volantes creativos y ofrecer soluciones tanto en el último pase como en la definición.
Su historial de 230 goles y su rol como máximo asistente en diferentes torneos internacionales respaldan la idea de que aún puede aportar desequilibrio y lectura de juego.
Desde el lado del futbolista, el discurso también va más allá del contrato. En declaraciones recientes, ya como jugador de Millonarios, Quintero afirmó que su intención es “ser parte de la historia de Millonarios”, una frase que apunta tanto al desafío deportivo como a la expectativa personal de cerrar su carrera en un club grande de Colombia.
La frase conecta con episodios del pasado en los que se conoció que el jugador había querido vestirse de azul años atrás, pero las negociaciones no llegaron a buen puerto, lo que aumentó el simbolismo de este fichaje tardío.
El reto, sin embargo, no está exento de interrogantes. A sus 38 años, Quintero llega a un entorno donde la exigencia física es alta, la altura de Bogotá condiciona el rendimiento y la agenda competitiva incluye la Liga BetPlay y Copa.
El debate sobre la conveniencia de fichar a jugadores de esa edad se ha repetido en el fútbol colombiano, pero la dirigencia azul apuesta a que su profesionalismo, sumado a una buena planificación en cargas de trabajo, le permita sostener un nivel competitivo aceptable.
Los antecedentes de jugadores veteranos que rindieron en El Campín alimentan la esperanza de que el “científico del gol” pueda replicar, al menos en parte, su impacto en otras ligas.
La llegada de Quintero también reacomoda jerarquías en el vestuario y en la estructura táctica. Para el cuerpo técnico, el fichaje obliga a repensar la forma de rodearlo: volantes con recorrido para compensar su desgaste, laterales capaces de aprovechar sus diagonales y un nueve que interprete las zonas donde el tumaqueño suele aparecer para arrastrar marcas.
La experiencia de haber jugado en sistemas ofensivos complejos en México y Estados Unidos puede ser una ventaja a la hora de integrarse rápido a una idea de juego que, más allá de los nombres, necesita precisión y continuidad en el tiempo. En las tribunas y en redes, la reacción mezcla decepción, ilusión y prudencia.
Una gran parte de la hinchada cuestiona el fichaje, otra menor celebra que, tras varios mercados de pases en los que Millonarios dejó escapar oportunidades de contratar figuras disponibles, esta vez sí se haya concretado un nombre de supuesto peso.
Otra parte se pregunta si, en medio de un contexto económico ajustado y con la necesidad de rejuvenecer puestos clave, la apuesta por un futbolista de 38 años no implica el riesgo de repetir errores del pasado.
Ese balance entre emoción y duda acompaña casi siempre los fichajes de veteranos: si los números lo respaldan, será leído como un acierto; si el rendimiento no aparece, la crítica se centrará en la planificación de Serpa que con más de diez años manejando el club no ha aprendido de la industria del fútbol y con abundantes recursos ha obtenido escasos títulos y un rosario de eliminaciones continuas en el rentado además de pocas apariciones internacionales del club.
Por ahora, lo único cierto es la imagen del nuevo refuerzo posando con la camiseta azul y el escudo de Millonarios en el pecho, es el primer fichaje confirmado del club para la temporada 2026 para consolar a una hinchada que ve como los títulos son de Atlético Nacional y su rival de patio Independiente Santafe, que con un presupuesto pírrico y en ley de reorganización ha logrado títulos y destacadas participaciones internacionales.’
La foto de Carlos Darwin Quintero refleja más de 20 años de carrera, goles por tres continentes, títulos, regresos y decisiones difíciles.
Delante, al menos un año de contrato —con posibilidad de más— para intentar darle forma a una historia que el propio jugador quiere cerrar dejando huella en uno de los equipos más importantes del país.
Millonarios, que viene de una temporada fatal de autocrítica y reconstrucción, deposita en este fichaje parte de su apuesta por reconciliarse con la victoria y con la tribuna.
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