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General William Rincón: asumió como director de la Policía tras el drama por el reciente asesinato de su hijo de 21 años
La dramática historia del oficial que tomó el mando de la institución este viernes.
A las once de la mañana de este viernes en la Escuela General Santander, el general (r) William Oswaldo Rincón Zambrano regresó al servicio activo para asumir la dirección de la Policía Nacional.
Llegó con treinta años de carrera a cuestas y una herida reciente que aún condiciona su biografía: el asesinato de su hijo Juan Felipe, de 21 años, un caso que no ha sido completamente esclarecido y que volvió a la agenda pública con su nombramiento.
La posesión coronó una semana de movimientos acelerados tras la salida del general Carlos Fernando Triana y la decisión del Gobierno de reincorporar a un oficial retirado para enderezar el timón en medio de indicadores de violencia y extorsión al alza.
El anuncio del nombramiento se oficializó el lunes 21 y el acto se programó para este viernes 24. No era un relevo cualquiera: Rincón se convirtió en el cuarto director de Policía en lo que va del actual gobierno y en uno de los pocos jefes de la institución llamados de nuevo del retiro para ocupar el cargo, una decisión que el Ejecutivo justificó por la necesidad de reorientar la estrategia y recuperar confianza interna.
Nacido en Bogotá en 1969, abogado de la Universidad Libre, Rincón acreditó especializaciones en Investigación Criminal, Seguridad, y Derecho Penal y Procesal Penal.
Dentro de la institución pasó por unidades de seguridad rural y urbana; fue comandante en el Cesar, jefe de Carabineros, lideró la Unidad Policial para la Edificación de la Paz y, en 2024, ocupó la Inspección General, encargada de control interno y rendición de cuentas.
Ese cargo dejó huellas documentales: resoluciones, presencias en ceremonias de ascenso y graduación, y firmas en actos administrativos que dejaron rastro en el archivo público.
Su trayectoria tiene otra marca indeleble: el homicidio de su hijo Juan Felipe Rincón Morales, ocurrido el 24 de noviembre de 2024 en el barrio Quiroga, sur de Bogotá.
Según las primeras reconstrucciones, el joven recibió un disparo por la espalda; aquella tarde estaba con su novia y un escolta cuyo testimonio, junto al de dos menores de edad involucradas en los hechos, quedó en el centro de la investigación.
En julio de 2025, un juzgado de conocimiento rechazó la solicitud de la Fiscalía de archivar el proceso contra el único judicializado hasta entonces, Andrés Camilo Sotelo Torres, por lo que el expediente siguió abierto.
El caso, que incluyó hipótesis de red de extorsión con el uso de perfiles en redes sociales fue dramático por el contraste de un general de la Policía con un hijo víctima de la inseguridad.
El ascenso de Rincón al primer despacho policial se produce, además, con una presión táctica evidente: homicidios, secuestros y extorsiones figuran arriba en los tableros de mando, aunque los hurtos muestran descenso reciente, según balance divulgado el mismo día de su posesión.
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Es una foto compleja que obliga a coordinar operaciones, inteligencia, control disciplinario y pedagogía ciudadana, y que explica por qué el Ejecutivo buscó un director con pasado en inspección y carabineros.
Antes del duelo familiar, el general ya se había movido en tareas sensibles: control de territorios rurales y acompañamiento a programas de seguridad para la paz.
Como inspector, firmó actos y supervisó procesos disciplinarios que no suelen tener foco mediático, pero pesan en la cultura institucional: la inspección fortalece auditorías, cruces de información y estándares internos, justo el tipo de oficio que un gobierno interesado en transparencia y rendición de cuentas intenta potenciar cuando hay turbulencias.
El contexto político también explica la urgencia del relevo. Tras la crisis abierta por episodios operativos y el desgaste del mando saliente, el Gobierno optó por un perfil de mando con carrera integral y capacidad de interlocución con un Ministerio de Defensa renovado.
En esa ecuación, la Dirección quedó atada a metas inmediatas: reducir extorsión y secuestro, bajar homicidios y recomponer moral interna.
El funeral de Juan Felipe muestra el costado humano del nuevo director. Aquellos días de noviembre, en medio de escoltas, altos mandos y civiles, Rincón habló del derecho de su hijo a la dignidad póstuma y de la necesidad de llegar hasta el fondo.
A la salida del sepelio de su hijo el oficial expresó: “No puedo recuperar a mi hijo en vida, pero en dignidad sí”, una frase que reaparece ahora como promesa personal proyectada sobre la institución que lidera.
Con su reintegro, las preguntas se mueven entre el oficio y la biografía. ¿Cómo influirá la experiencia del inspector en la depuración interna de una entidad que debe mostrar resultados visibles en el combate a rentas criminales? ¿Cómo administrar el equilibrio entre operaciones de alto impacto y controles disciplinarios rigurosos? ¿Qué efecto tendrá su propia exigencia de verdad y justicia —surgida del caso de su hijo— en el trato institucional a víctimas y en la cooperación con fiscalías y jueces?.
Las respuestas empezarán a dibujarse en decisiones sobre cúpula, rotaciones en mandos medios, prioridades de inteligencia y, sobre todo, golpes a estructuras de extorsión que hoy condicionan la vida cotidiana en barrios y rutas.
El día de su posesión, los discursos oficiales insistieron en transparencia, confianza y construcción de paz. En el fondo, el encargo es más árido que la retórica: una Policía que debe mejorar sus indicadores de seguridad mientras repara vínculos con la ciudadanía y cierra filas contra la corrupción, con un director que carga el peso de una pérdida, pero también el conocimiento íntimo de lo que significa exigirle resultados a un expediente. La institución lo recibe con el reloj corriendo y el recuerdo imborrable de un hijo asesinado por la creciente inseguridad en el país.
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